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lunes, 4 de noviembre de 2013

Finalizó en El Vaticano el Seminario Internacional contra la Trata de Personas.

Varias cuestiones giraron sin parar los dos días del Seminario. Que contó con la participación de otras Iglesias lo que le dio un carácter más ecuménico.
Mi llegada a Roma fue desde un comienzo tan providencial que me dio esperanzas de poder defender con argumentaciones claras y concisas algunos puntos tan controversiales en este tema.
Teniendo en cuenta que el documento que elabore la Academia va a ser presentado al Santo Padre, quien podrá aceptar o rebatir algunas sugerencias.
Dos días de presentaciones y debate intenso, donde se podía vislumbrar la  impronta de  factores geográficos -continentes de origen- políticos, y también territoriales. Muy claro el entendimiento de las organizaciones que trabajamos en ámbitos territoriales y las posturas compartidas cien por cien.
Puedo decir que equánimemente se nos permitió participar en los debates e introducir conceptos en cuanto a nuestras posturas que de otra manera hubiera sido imposible fijar.
En principio, expresé al conferencista Llach, -hombre de Academia- la necesaria ratificación de la Santa Sede al Protocolo de Palermo -como puntapié inicial- y después a algunas convenciones internacionales que condenen la trata de seres humanos y cualquier otra forma de esclavitud -esta última aclaración es necesaria cuando se elaboran los documentos-. Este punto figura al principio del borrador de conclusiones presentado como cierre del Seminario.
Repensar estrategias para poner a las víctimas en el centro de todo escenario posible, poniendo énfasis en solicitar a los Estados programas de asistencia integrales y que además sean chequeables.
La presentación de parte del Dr. LLorente  de un nuevo sistema rápido y preciso de identificación de ADN , a bajo costo y que permitiría, en situaciones fronterizas dudosas, la comprobación de la línea de parentesco de manera positiva o negativa. 
El hincapié -a diferencia de otros espacios de este tipo-, de la inclusión y énfasis  de la trata de órganos y tejidos, apareciendo en escena el tráfico de óvulos y embriones humanos, además de los ya conocidos pero no tan difundidos casos de extracción de riñones, córneas, etc.  en personas con vida.


Pedofilia, pornografía infantil y de adultos, estuvieron varias veces presentes en estadísticas y en ponencias donde se ha planteado la crueldad y el horror de la esclavitud.
Como broche final y creo que aquí, fue decisivo el apoyo y determinación del Obispo Marcelo Sánchez Sorondo,  y la cercanía de las Hermanas Adoratrices sobre el planteo indispensable de una necesaria ratificación del modelo abolicionista argumentando el fracaso de los modelos reglamentaristas donde la prostitución es considerada trabajo. 
A lo largo de toda la jornada, pude observar que diferentes Organizaciones evitaban tomar posición, pero la explicación clara del Obispo Sorondo en cuanto a las palabras de Benedicto XVI, que definió a la prostitución como la degradación más cruel de las personas, y un sufrimiento sin fin, y mi conocida posición en cuanto a que no es trabajo es universal. Estamos hablando de derechos,  es decir deberíamos estar dispuestos a pensar esa posibilidad laboral para nuestras hermanas, hijas, madres, hijos, etc.
Los números dan cuentas del fracaso de  los modelos reglamentaristas que han propiciado la instalación de redes mafiosas que se esconden en los cuerpos maltratados de miles de víctimas -que claramente explicó M. Hoolman, una investigadora muy joven-. Es decir, no es una cuestión moral, sino de derechos para millones de mujeres que de poder elegir , elegirían la posibilidad de una vida digna, de derechos.
La reglamentación aparece como una manera de los Estados para evitar elaborara políticas públicas de inclusión a problemáticas que son estructurales y coyunturales como feminización de la pobreza, feminización de la migración, etc
Dos días de jornada, muy enriquecedores y de mucho trabajo. Pero sobre todo de esperanzas para quienes creemos que la Trata de Personas debería ser declarado Delito de lesa humanidad.

Alicia Peressutti
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